Ya sabrás que tengo ascendencia Británica. Me mudé con mi familia y con mi hermana a una localidad segura de España, un campo fresco, en el que verdeaban el brezo y crecían las flores, huyendo de un virus que estaba hiriendo a toda la comunidad mundial. Ese día era 23 de marzo del 2020, cuando la encontré llorando en el ático a causa de las muertes que el virus había causado. Corrió a los campos, pues la televisión estaba muy alta y no soportaba. Se lanzó a la hierba y, en ese instante, la luz del crepúsculo le habló y le regaló un medallón de plata, que brilló en su corazón, mi hermana se volvió todo un cuerpo de luz; brilló tanto que las hondas de luz que esparcía recorrían la tierra, nadie nunca supo explicar lo que sucedió, nadie excepto yo. El virus ya no existía y todos los que murieron reaparecieron llenos de vida en los campos de todo el mundo. Desde ese entonces nadie nunca supo que mi hermana existió, pero yo sé que está bien, en prados incontables e inconmensurablemente hermosos, corriendo, libre de preocupación. Ella me habla en mis sueños.
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