Un día como hoy, hace ya muchos años, vuestra madre Carla hizo un arcoíris para colgar en nuestro balcón. Le costó mucho, ¡días enteros! Utilizó lo que pudo encontrar por casa: retales, purpurina, cintas… ¡hasta sus pegatinas favoritas!
Recuerdo que a las ocho de la tarde estaba realmente entusiasmada… ¡Nuestros vecinos verían qué bien le había quedado! Todos estaban en sus balcones y ventanas, aplaudiendo y saludando. Le sonreían por su bonito arcoíris. Pero algo no estaba bien…
Ella pensaba que se alegrarían al verlo y, sin embargo, solo encontró caras y sonrisas tristes. Entró en casa, desilusionada. Pero ella no se rindió.
Eran las ocho de la tarde del día siguiente, y vuestra madre esperaba emocionada, una vez más, en nuestro balcón. Cogió algunos ovillos de lana de colores que encontró por casa y los ató a la barandilla. Conforme nuestros vecinos y vecinas iban saliendo, ella comenzó a lanzarles los ovillos, que ellos recogían y a su vez lanzaban a otros vecinos.
¿Y sabéis que? Gracias a Carla aquel día no se escucharon aplausos, pero entre todos creamos un arcoíris que iluminó toda la calle y, lo más importante, nuestros corazones.