Ay, pequeño mío, ese año la vida nos dio una gran lección a todos. Por aquel entonces, en España muchas personas llevaban una vida demasiado rápida… Los padres siempre corriendo de un lado a otro, siempre llevando a los niños a extra-escolares, a un montón de actividades, planes diferentes cada fin de semana… Parecía que si uno no hacía algo diferente un fin de semana, había perdido el tiempo. Pero llegó el Coranivirus, el COVID-19, y nos obligó a encerrarnos en casa con nuestras familias. Y los niños pudieron por fin desayunar, comer y cenar con su familia, y no en el comedor de la escuela. Y los niños pudieron por fin tener la atención de sus padres, que no podían llevarlos a un restaurante con parque de bolas para que los niños se entretuvieran y no molestaran. Se cocinaba en familia, se leían cuentos, se veían películas acurrucados en el sofá y no en el cine, se jugaba al escondite dentro de casa… ¡Daba igual si la casa era un piso de 70 m2! Y entonces, pequeño mío, fue cuando muchos recordamos el valor de las personas que siempre están ahí, el valor de la FAMILIA.
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