Una tarde de lluvia de 2045, Esther se aburría como una ostra en casa de sus abuelos. No podía salir, no había nada en la tele y se había quedado sin batería en el móvil. Así que la abuela le propuso un juego: ella le enseñaría viejas fotos, y Esther debía adivinar qué estaba pasando.
La abuela sacó un álbum que se llamaba «Marzo de 2020», y le enseñó una a una las imágenes. Esther vio a los abuelos bailando en el balcón y aplaudiendo con los vecinos. A los abuelos con su madre, tirados en la alfombra y riendo. A los tres hablando por videoconferencia con la bisabuela María, que sonreía de oreja a oreja.
—Bueno, mi querida detective, ¿qué te cuentan estas fotos?
—Que pasabais juntos mucho tiempo, que os divertíais. Que os queríais mucho. Pero no salíais de casa. Abuelita, ¿qué pasó?…
—Estuvimos encerrados un mes para evitar que un virus nos ganara. Al final, juntos vencimos la batalla. Y mientras tanto, usamos el tiempo para volver a descubrirnos unos a otros.
Esther sonrió y le dio un gran beso.
—Abuela, ¿jugamos a algo?