En aquel marzo todavía frío, apareció un virus terriblemente contagioso, que afectaba especialmente a los abuelitos y a la gente que tenía dificultad para respirar. Se impuso una ley para que todos nos quedáramos en casa, al principio surgió el miedo y el caos. Pero poco a poco surgieron iniciativas que nos alegraban a todos, cada día, a las ocho de la tarde se aplaudía con fuerza a todos los trabajadores de la salud que exponían sus vidas. Afectó a todos los países, y fue especialmente duro. Pero nos enseñó a quedarnos en casa, a mantener todas las conversaciones que no habíamos mantenido, a humanizarnos y a mirar a nuestra familia. Cada uno aprendió de este hecho lo que necesitaba. Todos entendimos que no somos dueños de la Tierra, sino sus hijos, y que debemos amarla y respetarla. Los poderosos se dieron cuenta de que no hay poder sin salud, se hundieron los mercados y todos tuvieron que mirarse a sí mismos para saber qué podríamos aportar en este nuevo mundo. Desde entonces, surgió el mundo que hoy conoces, en el que todos somos hermanos, hijos de la Tierra, buscando vivir de una manera sostenible con nuestro Planeta. Entre todos encontramos la manera, surgieron ideas, aplicaciones, proyectos y así nació la nueva Tierra.
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