«¡Cuéntame otra vez el cuento del Covid-19, abuelita!», le dijo la pequeña Alicia, y su abuela se lo contó de nuevo:
«Ocurrió en marzo de 2020; todos corríamos, volábamos, y de repente el mundo se detuvo. Los pequeños no pudieron volver al cole. Todos permanecimos en casa, y hubo un parón total en el exterior.
Tu mamá aún recuerda que no sabía qué pasaba, pero a menudo oía este son: “Lávate las manos con agua y con jabón, lávate las manos durante el tiempo que dura una canción”.
A las ocho de la tarde cada día, salíamos al balcón, aplaudíamos a los héroes y heroínas que nos cuidaban, luchando contra un bichito con energía y tesón.
Muchas personas desde sus casas ayudaban ofreciendo talleres y actividades online o en televisión.
Tu mamá al principio estaba muy contenta, pues nos tenía todo el tiempo al abuelo y a mí para ella sola, esa parte fue divertida. Pero al pasar el tiempo se afligía, pues no comprendía cuando yo le explicaba que si no la abrazábamos, era precisamente porque la queríamos. Eran muchos días sin los abuelitos, los compis y su profesor.
Muchas personas nos dejaron, pues ya aquí habían finalizado, y con unas alitas de regalo, a otro mundo se marcharon. Cada una de ellas, en el firmamento, brillaba como una estrella.
Inmersos en este profundo sueño, el tiempo transcurría. Cuando al fin despertamos, el mundo parecía otro, era mucho mejor, estábamos todos unidos y hablábamos con el corazón».