Hace muchos años, el planeta Tierra estaba cansado, a punto de morir. Las cosas pequeñas de la vida habían dejado de importar, todos andábamos con prisas, y el dinero era el amo y señor. E estábamos a punto de saltar por los aires… cuando llegó de China el Coronavirus.
La gente enfermaba y moría, la situación era caótica.
Nos confinaron en casa, cerraron colegios, institutos, universidades, campos de fútbol, cines, aeropuertos, y estaciones de tren.
Las calles estaban desiertas y los hospitales llenos.
Las fuerzas de seguridad y el ejército salieron a las calles a poner orden y desinfectarlo todo.
El estar confinados nos hizo más solidarios. Los niños nos entreteníamos de mil maneras, nos comunicábamos con los vecinos a través de las ventanas, antes de la pandemia, ni tan siquiera nos conocimos.
El planeta comenzó a sanar y la humanidad a respirar aire puro.
Mis herman@s y yo,dibujábamos mariposas, las coloreábamos y después de recortarlas con esmero, las dejábamos volar, haciendo viento con el abanico de mi madre.
En este parón involuntario, descubrimos que el cielo estaba más cerca.