—Abuelita, qué pasó en marzo del 2020 en España? —preguntó Estela.
La abuela paró el robot limpiador, dibujó una espiral sobre la superficie de su burbuja, y esta se elevó por encima de su cabeza. Achicó los ojos, miró a su nieta, y le dijo:
—Los mares vomitaban basura, se morían los bosques, el Planeta gemía y no queríamos escucharle. Se vengó enviándonos su arma más rápida. Lo llamaron Covid19. Contagiaba y mataba a tanta velocidad que nos obligó a recluirnos en nuestras casas.
La abuela suspiró dos veces, y luego continuó:
—En las calles vacías dormían los coches y paseaban los perros. Tu padre se pasó un mes sin salir de casa, el abuelo le ayudaba con los deberes. Vi gente enloquecida asaltar supermercados. Parecía que Dios nos había olvidado. La policía detenía a los que salían de sus casas. Los días pasaban lentos, chateábamos para sentirnos vivos, temíamos el silencio. El miedo nos vencía, y para ocultarlo, cada noche aplaudíamos a los trabajadores de los hospitales. Algo cambió en nuestras almas aquel mes de encierro. Pero cuando acabó, la contaminación había desaparecido, quedaba un duro camino por recorrer, pero habíamos aprendido que para ganar debíamos remar todos en la misma dirección.