Cuando yo era joven, hubo un tiempo en el que el virus COVID -19 atacó a todos los países del mundo, incluido el nuestro. Este bichito tenía una extraña forma de corona, por eso lo apodamos «Coronavirus».
El Coronavirus hizo daño a mucha gente, por lo que toda la población empezó a esconderse de él. Aprendimos, en aquella época, a ser dentro de casa tan felices como éramos fuera: jugábamos, cantábamos, hablábamos, estudiábamos y trabajábamos en el salón, el despacho o la cocina. ¡Cada habitación era un mundo diferente!
Cada noche salíamos a los balcones para aplaudir a todos los valientes que arriesgaban su vida por ayudar a los demás: eran los sanitarios, personal de limpieza, agricultores, transportistas, policías… que no podían estar en casa, sino que salían a combatir al perverso Coronavirus.
Pasó un tiempo que se nos hizo muy largo, pero el calor llegó, y como al Coronavirus sudar le gustaba poco, se quiso marchar para esconderse del sol. ¡Los sanitarios entonces se dieron muchísima prisa y crearon La Vacuna Infalible!
Nos tuvimos que pinchar todos en el bracito, ¡y no dolió nada! El Coronavirus no volvió a aparecer nunca jamás.