De todas las abuelitas, la Tierra es la más viejecita. Ella nos cuida desde hace millones de años.
—¿Y también sabe hacer croquetas? —preguntó Martín.
— No, je, je, je… —Sonrió la abuela—. Ella nos da todos los ingredientes para que podamos hacerlas.
Un día, la abuelita Tierra comenzó a enfermar, tosía sin parar y siempre tenía mucho calor.
Todos estábamos tan ocupados con nuestros problemas que ni nos dábamos cuenta, y ella se preguntó:
«¿Dónde habéis aprendido a ser tan egoístas?». Lloró durante mucho tiempo, tanto que llovió durante semanas.
El Sol, gran amigo de nuestra abuelita, le dio un sabio consejo: «Amiga mía, nunca te vi tan apagada, y mira que yo te alumbro cada día con toda mi luz, pero es hora de que tus nietos aprendan a cuidarte de verdad, es hora de hacerte escuchar».
La abuela Tierra hizo magia, repitiendo estas palabras tres veces: «Corona-Virus».
De pronto todos estábamos en casa, sintiendo la misma tos que sentía ella, y también con mucho calor.
Pero gracias a estar en casa, dejamos de ser egoístas, nos mirábamos y abrazábamos más. Durante esos días jugué más que nunca con mis hermanos y vecinos, y la Tierra volvió a llenarse la cabeza de flores. ¡Hacía años que no lucía tan hermosa!
Y todos aprendimos que si cuidamos a nuestra abuelita Tierra, nos cuidamos a nosotros mismos.