La Tierra se puso muy enferma. Los humanos creíamos que nosotros éramos sus dueños, y no la cuidamos lo suficiente. Ella nos mandó señales, pero no las vimos a tiempo. Entonces, la Tierra estornudó y millones de microbios salieron disparados extendiéndose por el mundo.
En marzo llegaron a España, y fueron unos días muy tristes y extraños. La gente infectada se ponía también enferma, como la Tierra. La mayoría se curaba, pero otros muchos no sobrevivieron. Para no contagiarnos tuvimos que quedarnos en casa, sin salir a la calle. Y volvimos a sacar antiguos juegos, a conversar más entre nosotros, a comer y cenar en familia…, y la televisión también cambió. Había programas para aprender deporte desde casa, espectáculos gratuitos, y los telediarios dejaron de inundarnos con noticias malas y nos mostraban las cosas buenas que pasaban en el mundo.
Y sorprendentemente, la Tierra se fue curando, pues la contaminación disminuyó. Al cabo de un tiempo encontraron los medicamentos, y más tarde la vacuna contra la enfermedad que atacaba a los pulmones.
Pero lo más importante fue, que sin saberlo, también aprendimos a curar nuestro corazón.