Era… ¿a las 19:00? ¡Ah, no, no, a las 20:00!, justo a esa hora, cada día y durante varias semanas, salíamos a aplaudir a la ventana. Mi piso de entonces era pequeño, pero las ventanas se hicieron cada día más grandes… Empezamos a conocer a los vecinos, que también salían a esa hora, eran solo miradas, no conocíamos sus voces, ni siquiera sus nombres, pero nos veíamos cada tarde a la misma hora… Empezamos algo tímidos, pero poco a poco, todos esperábamos ansiosos ese momento; algunos se asomaban con las luces apagadas para que nadie los viera; otros salían con sus hijos en brazos; otros solo abrían las ventanas en ese momento del día… Era «mágico». Lo hacíamos para dar gracias a los sanitarios, y esos aplausos que cada vez eran más fuertes, animaban a las personas de los hospitales, pero sin nosotros saberlo, fueron ahuyentando al virus. No me preguntes su nombre, ya no lo recuerdo, el «bichito» que nos enseñó lo que había detrás de las ventanas, era algo como un«virus real», «coronado» o algo así… Pero lo que nunca olvidaré es que todos juntos, desde las ventanas, fuimos más fuertes que él y lo vencimos…
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