Hace mucho tiempo, en tierras lejanas, un poblado llamado Arcoíris sufrió el ataque de un gran dragón. No era un dragón cualquiera, era el temible Divoc. Su fuego era el más peligroso, ya que de él se escapaban diminutos destellos que viajaban a lugares lejanos. Estos destellos hacían que muchos habitantes enfermasen, y que se perdiese a las mentes más sabias del lugar.
El dragón era muy fuerte y cada día lanzaba destellos que acababan con numerosos pueblos. Grandes guerreros de carruajes luminosos, aclamados escuderos y valerosos espadachines que cuidaban de la comida de todos los habitantes, luchaban día y noche contra el dragón. Pero los destellos luminosos de Divoc eran cada vez más letales.
Un día, cuando el dragón se creía victorioso, los habitantes de todos los poblados trabajaron unidos y descubrieron que juntos eran más fuertes que el mejor de sus guerreros. Entonces, se libró una gran batalla que duró largos días en los que parecía que Divoc siempre salía victorioso. Los habitantes decidieron juntar los poderes que tenían: amor, solidaridad y valentía. Fue entonces cuando todos juntos derrotaron al dragón Divoc, convirtiéndose en un pueblo unido donde sabían que a partir de ese momento «Todo iría bien».