—En aquellos días el mundo pareció volverse loco. Después de un mes de febrero de compras masivas y descontroladas, vinieron días de encierro. La pandemia se acercaba a nuestro país a pasos agigantados, las personas empezaron a enfermar y los ancianos morían, uno tras otro, sin poder hacer nada por remediarlo. Bueno, una cosa sí: aislarnos de ellos lo máximo posible para que no cayeran enfermos. Para algunos era una orden ministerial; para otros, de simple y llana conciencia social. Las muestras de solidaridad eran muchas. Todas las tardes, a las ocho, salíamos a balcones y terrazas a aplaudir la labor que los sanitarios desarrollaban en los hospitales. También se escribían cartas de ánimo a los enfermos.
—¿Y cómo acabó la pesadilla, abuela?
—Gracias al apoyo mutuo, conseguimos salir de la bancarrota. Cuando todos remamos en una misma dirección, la barca llega a su destino. España ha salido de grandes crisis contando siempre con la solidaridad del pueblo.
Nunca olvidaré mi cumpleaños de marzo del 2045. Mi abuela me regaló su diario de confinamiento. Aún me ayuda en los momentos de graves dificultades con su mensaje siempre en positivo.