—Las calles se volvieron silenciosas. Tanto así que, desde nuestras ventanas, por fin escuchábamos a los pájaros cantar. Nuestra Madre Tierra por fin respiraba, pero un bicho malo quería dejarnos sin oxígeno vital.
—¿Un bicho?…
—Sí, era muy malo. Pero tu abuelo pensó que si el mundo se unía, lograríamos vencerlo. Así que cogió un globo y lo llenó de buenas intenciones, justo lo que al bicho malo no le gustaba.
La pequeña escuchaba impresionada a su abuela.
—El globo comenzó a inflarse por arte de magia. Yo cogí otro y lo llené de chistes, justo lo que el bicho malo odiaba. Tu mamá y tu papá metieron en el suyo, bailes y aplausos, justo lo que al bicho malo menos aguantaba. Así lo hicieron todos los vecinos del mundo entero.
—¿Y qué pasó después?
—Que los globos volaron lejos y desaparecieron antes de llegar a la luna.
—¿Y también lo que había dentro de ellos?
—No, claro que no. Todo lo bueno que la gente dejó en esos globos, se convirtió en lluvia. Estuvo lloviendo durante cuarenta días, y justo después, todos nos curamos. Nos salvamos porque estuvimos muy unidos cuando más solos nos sentíamos en el mundo.