Hace muchos años, el planeta Tierra estaba muy cansado. Las cosas pequeñas de la vida habían dejado de importar, todos andábamos con prisas, el dinero era el amo y señor, estábamos a punto de saltar por los aires… Cuando llegó de China el Coronavirus.
La gente enfermaba y moría, la situación era caótica.
Nos confinaron en casa, cerraron colegios, institutos, universidades, campos de fútbol, cines, aeropuertos, y estaciones de tren.
Las calles estaban desiertas, y los hospitales llenos.
Las fuerzas de seguridad y el ejército salieron a las calles para poner orden y desinfectarlo todo.
El estar confinados nos hizo más solidarios. Los niños se entretenían de mil maneras, nos comunicábamos con los vecinos a través de las ventanas, y antes de la pandemia ni tan siquiera nos conocíamos.
El planeta comenzó a sanar y la humanidad a respirar aire puro.
Tu mamá y tus tíos dibujaban mariposas, las coloreaban, y después de recortarlas con esmero, las dejaban volar, haciendo viento con mi abanico.
Pero en este parón involuntario, descubrimos que el cielo estaba más cerca.
Isabel Martínez